Si te ofrecen insectos para cenar probablemente te suene a broma, sin embargo, más de 2.000 millones de personas los consumen de forma habitual, costumbre conocida como entomofagia. Se han documentado hasta la fecha 2.111 especies comestibles integradas en la cultura de muchos países asiáticos, México y Brasil, entre otros. Los efectos medioambientales asociados a la producción de alimentos y la preocupación por la agricultura y ganadería sostenibles los han puesto en el radar de países occidentales. Su interés tanto en nutrición humana como animal ha incrementado las iniciativas en investigación y comercialización. La cría de insectos está en auge ya que tienen alta fecundidad, tasas rápidas de crecimiento, necesitan espacios pequeños y bajo consumo de agua. Además, pueden emplearse como sustratos estiércol y otros subproductos agrícolas. Presentan una baja huella de carbono lo cual es muy atractivo para la sostenibilidad ambiental. Nutricionalmente, los insectos comestibles son ricos en ácidos grasos omega-3, proteínas, vitaminas y minerales, como magnesio, fósforo o hierro, variables según cada especie y su contenido en hidratos de carbono es bajo. Pueden consumirse enteros o en forma de harinas formando parte de otros alimentos. Podemos encontrarlos en barritas proteicas, pasta, análogos de carne o incluso en galletas. También son una fuente sostenible que puede ayudar a proporcionar alimentos para una población mundial en aumento. Sin embargo, no todo es sostenibilidad. La principal preocupación en torno a los insectos es la seguridad. Pueden portar contaminantes biológicos como virus, parásitos, bacterias u hongos, pero también contaminantes químicos como metales o pesticidas. El riesgo es superior si se consume insectos crudos recolectados en la naturaleza. El cultivo en condiciones controladas puede minimizar estos riesgos. Otro aspecto importante para recordar es que tanto insectos como crustáceos comparten familia, la de los artrópodos. Las personas alérgicas a crustáceos pueden ser vulnerables a desarrollar reacciones alérgicas a los insectos por reactividad cruzada ya que el sistema inmune puede reconocer en los insectos proteínas similares a las de los crustáceos. Además, existe riesgo de sensibilización a alérgenos que aún no conocemos. En la Unión Europea, la Agencia Europea de Seguridad Alimentaria marca las directrices de cría y comercialización e incluye a los insectos dentro del grupo de «nuevos alimentos» desde el 2018. Actualmente son cuatro los insectos que han sido evaluados de forma favorable: gusano de la harina, langosta migratoria, grillo doméstico y larvas de escarabajo del estiércol.
Ya sea por cuidar tu alimentación o si te preocupa la sostenibilidad, si decides consumir insectos hazlo siempre de forma segura.